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¿Realmente es rentable tu empresa?

Desde que tengo conciencia profesional, he tenido el privilegio de conocer muchas empresas, de distintos tamaños y giros. La mayoría se consideraban rentables, o al menos les permitían a los socios darse el lujo de un viaje a Europa con toda la familia. Curiosamente, al cabo de pocos años, muchas de estas empresas cerraban sus puertas y los socios buscaban nuevas alternativas. ¿Qué pasó? La respuesta, creo, es muy sencilla: no supieron interpretar sus números.


Los estados financieros de una empresa son como sus radiografías o tomografías. Si no los tienes, no sabes realmente cómo está tu negocio. Quizás tu empresa no tiene suficientes “glóbulos rojos” (flujo de efectivo), o tal vez hay algún “tumor” creciendo en algún lugar. Estas analogías parecen exageradas, pero reflejan la realidad: sin estados financieros confiables, estás condenando a tu empresa.


Ahora, considera algo aún más grave: tener estados financieros que no reflejen la situación real de tu empresa. Por ejemplo, una empresa de producción audiovisual tiene muchos gastos directamente ligados a cada proyecto: transporte, viáticos, accesorios, etc. Muchas veces estos gastos los cubre el empleado y no la empresa, lo que oculta la rentabilidad real. Cuando la empresa crece y empieza a cubrir estos gastos, el margen neto se reduce drásticamente. Es en este momento cuando los empresarios se dan cuenta de que sus productos o servicios quizás no eran tan rentables como creían. Y en una etapa de expansión, corregir esto puede ser complicado.


En varias ocasiones he colaborado con empresas que recién se están formalizando. Descubren que su “rentabilidad” era en realidad el IVA no declarado o que no agregaron al precio de sus productos o servicios ciertos costos para no superar los precios del mercado. Al empezar a dar de alta a sus trabajadores en el seguro social, desaparece toda la rentabilidad que habían tenido por años en la informalidad.


Otro caso común es aquel negocio que arrancó bien en ventas, pero cuyos gastos operativos y reinversión lo dejaban sin flujo. El administrador (por lo regular el fundador) no se pagaba un sueldo, lo cual puede estar bien al inicio, pero ese gasto debería registrarse: aumenta el pasivo y reduce la utilidad. De no hacerlo, se genera la ilusión de rentabilidad. Cuando la empresa crece, los gastos aumentan junto con las ventas, pero el empresario sigue con la operación “porque es muy rentable” y piensa que “en algún momento habrá dinero para el sueldo”. ¿Qué pasa si esa supuesta rentabilidad dependía precisamente del sueldo no pagado? Ahí es donde, muchas veces, las empresas cierran sus puertas.


Por eso, cuando planees un proyecto de negocio, es imperativo considerar todos los costos y gastos: la renta del local que no pagas porque es de un familiar, el sueldo que no te das para crecer, los impuestos y contribuciones que pospones, los gastos de empleados directamente relacionados con la operación, y más. De lo contrario, el día que tengas que cubrirlos, te darás cuenta de que tu negocio quizás nunca fue realmente un negocio.

 
 
 

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